Mi hijo biológico es mi hermano legalmente y ahora es mi amante
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Durante meses, había recibido mensajes que decían cosas como, “me encantaría cogerte”, “te ves bien sabrosa”, “me pones la verga bien dura” y eran de mi hijo César. Lo que él hacía, era mandarlos y eliminarlos inmediatamente, pero yo los podía leer en las notificaciones de la pantalla, aunque al entrar al chat, ya estaban borrados. No le había respondido ninguno, pero me generaban muchas emociones que iban desde miedo hasta excitación. La realidad es que los mensajes, eran la última parte de lo que comenzó como un coqueteo con César, sin que al inicio supiera si el, alguna vez podría verme como mujer. No voy a ser hipócrita o a darme golpes de pecho diciendo que fue algo que no pude controlar o que, solo se dieron las cosas. La verdad es que tenía mucho tiempo que solo estar cerca de César me ponía cachonda, me ha gustado desde hace mucho y claro que quería cogérmelo.
Creo que tengo que explicar algunas cosas importantes, como que me llamo Liliana y que César es hijo de Carlos, el maestro más joven y guapo que tenía en la secundaria, por el que todas mis compañeras andaban locas. Me sentí afortunada de que me eligiera para andar con él, porque, aunque todos decían que tenía bonita cara, todavía no me desarrollaba, era muy flaca y chaparra. Solo anduve con él como 3 meses, pero fue el primero en mi vida y sentía que estaba enamorada. Luego desapareció y unos días después, exploto el chisme de que 2 compañeras de la escuela, estaban embarazadas de él. Lo primero que sentí fueron celos, porque nunca supe que había andado con otras compañeras, pero luego, tontamente me preocupé por él, porque los papás de las chicas, lo habían demandado. Un tiempo después, me di cuenta que estaba embarazada, pero por miedo y pena, traté de ocultarlo.
Cuando se dieron cuenta en mi casa, sospecharon que también era del maestro Carlos, pero me invente que un tipo desconocido me había violado y amenazado si decía algo. Creo que nunca me creyeron, pero me sacaron de la escuela y cuando nació César, mis papás lo registraron como hijo suyo. Así que, oficialmente, tenía un nuevo hermanito y me prohibieron decir que César era mi hijo, aunque mucha gente sabía que yo era su mamá. Fue algo que ni me preocupo, ni me molesto, porque realmente fue mi mamá la que se encargó de César, ni siquiera me dejaron amamantarlo. Pero a mi, me trataba peor que a una sirvienta, incluso con golpes cuando algo hacia mal. Así, para cuando debería estar festejando mi famosa fiesta de las primaveras, en lugar de eso, todos estaban locos preparando la fiesta del primer año de César, que era unos días después. No me habían dejado regresar a la escuela y me comencé a hartar de cómo me trataban.
Un poco después del primer cumpleaños de César, me escape de la casa por primera vez, sin saber a dónde ir, a donde dormir o que comer. Aunque me encontraron unas semanas después para volver a encerrarme en la casa, descubrí que podía sobrevivir con ayuda de algunas amigas. Así comenzó un juego toxico con mis papás, queriendo tenerme encerrada y yo, buscando la primera oportunidad de escaparme de nuevo. Al principio, recurría a amigas que me conseguían otras amigas o familiares para quedarme, pero después, hubo hombres que me alojaban por semanas o incluso meses, aunque a cambio de sexo. Aunque antes de eso, yo solo había estado con el papá de César, la verdad es que no me costó trabajo acostumbrarme a complacerlos e incluso a disfrutar con ellos, aunque la mayoría no me gustaban o eran hombres demasiado viejos para mí. Pero eran un medio para tener dinero y que pudiera estar lejos de la casa de mis papás.
En una de esas ocasiones viviendo con un tipo “X”, conocí a una de sus vecinas de nombre Rosalía, que se volvió mi mejor amiga hasta la fecha. Ella es parte importante de mi historia, porque es la única persona que sabe de mi relación amorosa con César, me ha apoyado y alentado desde el principio. En la época que la conocí, ella ya tenía 3 hijos, aunque apenas es 2 años mayor que yo. Rosa, era y sigue siendo muy guapa de la cara, además, tenía un cuerpazo impresionante, completamente desarrollado para su edad. No parecía que tuviera un hijo, mucho menos creerías que ya tenía 3. Nos hicimos confidentes, cómplices en muchas aventuras y termine viviendo con ella y sus hijos varias veces, cuando no tenía un “amigo” con quien vivir. Ella casualmente tenía un medio de vida similar al que yo había comenzado, pero más formal. Ósea, Rosa se buscaba amantes de planta que la ayudaran con dinero, a veces tenía solo un par, pero por temporadas, llegaba a tener hasta 6 o 7.
Ambas éramos unas chamacas tratando de sobrevivir por nuestra cuenta y aunque Rosa era mucho más despierta, más descarada y sobre todo, más atrevida, fui aprendiendo de ella. Además de los amantes que conseguíamos, teníamos amigos que, aunque no aportaban nada, pero nos divertíamos con ellos. Nos emocionaba como podíamos engañar a nuestros amantes y escaparnos de situaciones, donde casi nos cachaban con otro. Rosa, siempre era la más arriesgada y la que hacía cosas más locas, pero les juro que siempre tenia a sus hombres comiendo de su mano. No voy a entrar en detalles con nuestro estilo de vida de aquel entonces, pero volví a salir embarazada y un par de meses después, Rosa también se embarazo. Al poco tiempo, la casa donde vivíamos parecía más una guardería, pero a esa edad, eso no nos detenía para seguir en el desmadre.
Un tiempo después de que naciera mi hijo Omar, mis papás oficialmente ya no me podían obligar a regresar con ellos, y un poco después, mi hermano me encontró. No me armo panchos, no me reclamo nada, aunque claramente se decepciono cuando supo que tenía otro hijo. Mas bien, quería que volviera a ver a mis papás y a César, especialmente a mi mamá, que le habían detectado cáncer en un estado avanzado. Me la pensé mucho antes de ir a verlos, pero finalmente, Rosa me convenció de darles una oportunidad de hablar conmigo y finalmente fui. Mi papá prácticamente no me hablo, mi mamá tenía una actitud totalmente diferente y a César, prácticamente le presentaron a su “hermanita” perdida, ósea yo. Era lógico que, con apenas 4 años, sin haberme visto nunca, para César yo era una completa extraña y poco caso me hizo. No había llevado a Omar, porque no sabía cómo iban a reaccionar al verlo, aunque lo supieran por mi hermano. Tampoco me pidieron nada, no dijeron que regresara a vivir con ellos, simplemente querían que siguiera visitando a mi mamá.
Tiempo después, conocieron a Omar y mi mamá se disculpó conmigo por la forma en la que me había tratado y me pidió que no dejara solo a César cuando ella faltara. La relación con mi papá siguió extremadamente distante, pero nunca me hizo una grosería ni a mí, ni a Omar. Mi mamá todavía nos vivió un par de años, hasta que finalmente ya no aguanto más y falleció. Para cuando ella murió, yo ya vivía con Mauricio, un hombre que había sido mi amante por un tiempo y cuando se divorció, me propuso que viviéramos juntos, siendo mi primera relación 100% formal. Era bueno con Omar y conmigo, pero tanto Mauricio como yo, no podíamos ser fieles por mucho tiempo y un tiempo después, terminamos. Durante todo este tiempo, no deje de ver a Rosa, aunque ella por su parte, también había comenzado una relación mucho más formal que todas las anteriores. Increíblemente, ya iba por su quinto hijo, pero, aunque ya estaba juntada con Manuel y el hijo que venía si era de él, ella seguía con el desmadre, aunque más discreta. Tiempo después de que se juntaron, a este tipo Manuel, le gustaba ver a mi comadre cogiendo con otros, pero eso es otra historia.
Para cuando César iba a cumplir los 10 años, él ya sabía que yo no era su hermana, sino su mamá verdadera y aunque al principio, se enojó mucho conmigo, poco a poco se le fue pasando. Aun así, nos tratábamos como hermanos el poco tiempo que nos veíamos, incluso peleando por algunas tonterías de vez en cuando. Para ese entonces, mi hermano se fue a vivir a los Estados Unidos y César vivía solo con mi papá, quien todavía me trataba de una forma muy seca. Poco antes de que César cumpliera los 13 años, mi papá tuvo un accidente en su trabajo y falleció unos días después. Mi hermano, quien no pudo regresar al funeral de mi papá, me dijo que me fuera a vivir a la casa, solo con la condición, que no llevara a vivir a ningún hombre ahí. Para ese entonces, yo trabajaba en el negocio de un tipo con el que andaba y fue un aliviane enorme el ya no pagar renta. Solo que César no estaba muy contento con que yo viviera ahí, pero tampoco podía quedarse a vivir solo, aunque mi hermano le mandaba dinero cada mes.
Al inicio, yo trataba de esconder de César mis salidas con mis “novios”, sin ni siquiera dejar que pasaran por mí, pero obviamente se daba cuenta. Tampoco salía vestida tan sexi como antes, pensando en que César no se incomodara, pero poco a poco me relajé, dejando que pasaran por mí y vistiendo como siempre lo hice. No metía a nadie a la casa, pero en ocasiones César estaba afuera y lo presentaba como mi hermano menor al “amigo” que pasaba por mí. A cualquiera con el que saliera, no le ocultaba que tenía a Omar, pero César siempre lo presente como mi hermano. En parte por costumbre y en parte por no dar explicaciones de tener un hijo tan grande. Ya en esa época, mi amiga Rosa, que me visitaba varias veces a la semana, me decía que César iba a ser guapísimo de grande. También, aunque ya se conocían de un par de años atrás, Roberto, uno de los hijos de Rosa y César, se comenzaron a llevar un poco más, porque los metimos a la misma secundaria, al mismo equipo de futbol y luego, se fueron a la misma prepa.
Aunque mi relación con César era más como de hermanos y de esos que no son tan apegados, para Rosa y para mí, era emocionante que nuestros hijos se hubieran hecho tan buenos amigos. Íbamos a sus partidos de futbol, aunque al inicio lo hacíamos más para ligar con los papás, que por ver los partidos. Con el tiempo, cuando ya estaban en la prepa, tanto César como Roberto, agarraron cuerpos de hombres fuertes y César se estiro todavía un poco más, viéndose más alto. Rosa no podía aguantar las ganas de decirme lo rico que se veían los chicos en shorts y siempre me decía que se les veían unos paquetes bien sabrosos. La realidad, es que, para nosotras, echar desmadre hablando de nuestros hijos, como si fueran cualquier otro hombre, nos hacía reír, pero también nos hacía hacernos ideas más locas.
Una tarde que Rosa y yo fuimos a una fiesta de una amiga en común, aunque en realidad, todas nuestras amistades eran en común. Nos arreglamos bastante provocativas, yo con minifalda y zapatillas altas, y Rosa en minivestido. Se suponía que iba a ir un tipo con el que yo había andado algún tiempo y esperaba terminar la noche con el. Mientras Rosa, esperaba conseguir un ligue para cuando nos alcanzara su marido y llevarse a los dos al salir de ahí. Nosotras íbamos a ir desde la casa en taxi y cuando salimos después de arreglarnos, estaban César, Roberto y Ricardo (el hijo mayor de Rosa) jugando videojuegos. Los tres nos lanzaron piropos de que nos veíamos muy sexys y que íbamos a tener a todos babeando. Aunque muchas veces los chicos nos vieron arregladas de forma similar, esa tarde algo pareció diferente, pero no supe que cosa era exactamente.
Recuerdo que, cuando nos subimos al taxi, Rosa me pregunto si había visto la forma en la que me miraba César. La verdad yo no había notado nada, pero Rosa me dijo que, aunque ella le estaba tirando miradas, tratando de coquetearle, César no dejaba de verme las piernas y el culo. Solo le dije que estaba loca y que César, andaba con un montón de chamacas bien guapas, ¿cómo se iba a fijar en nosotras? si ya estábamos pegándole a los 30’s. No me quiero escuchar presumida, pero después de que fui flaca por muchos años, desde como los 26 o 27 años, mi cuerpo se veía mejor que de más jovencita. Aunque nunca fui tetona, me defiendo y lo que más me gusta ahora de mí, son mis piernas y mi culo. En cambio, Rosa, que siempre tuvo un cuerpazo, con los años y 5 hijos, comenzó a tener pancita, con algunas lonjas. Pero sigue siendo muy atractiva, con su cara bonita y se mantiene con esas curvas como de reloj de arena, con sus tetotas y un culo que todavía llama la atención.
Creo que, desde entonces, comencé a preguntarle a César como se me veía alguna de la ropa que me ponía para ir a trabajar o para salir con alguien. Al inicio, me respondía como cualquier hermano, diciendo que con todo me veía horrorosa y yo me hacia la enojada. Pero todo era pretexto para que me mirara, pues solo sentir que me recorría con la mirada, me emocionaba. Mientras el tiempo pasaba, mi comadre y yo, cada vez éramos más morbosas con los chicos por igual. Rosa tiene a Rubén en medio de Ricardo y Roberto, pero él, es bien diferente a sus hermanos, es gordito y no hace deporte, solo está encerrado en los videojuegos. Así que nuestras platicas locas, siempre eran en referencia a Ricardo, Roberto y César. Casi siempre, nuestro desmadre era de ella hablando de cómo se mojaba mirando a César, imaginándose con él y a mí, con alguno de sus hijos. Pero ocasionalmente, hacíamos comentarios ligeramente en relación a mí con César o a ella con Ricardo, que era el mayor y más guapo de sus hijos.
Yo se que parecíamos viejas locas alborotadas por nuestros chamacos adolescentes. Pero creo que después de que, pasamos toda nuestra juventud, acostándonos con todo tipo de viejos para tener dinero, sentirnos atraídas por jóvenes guapos, era emocionante. Aun así, no pasaba de platicas morbosas entre mi comadre y yo, mirando poco más de la cuenta los cuerpos de nuestros chicos, que ya comenzaban a ser hombres. Viendo todo eso desde afuera, me parece que la situación de mi comadre era más extraña, pues todos sus hijos le decían “ma” y ella, en broma, siempre les decía que le dijeran “mamacita”. A veces abrazaba a alguno de ellos, y recargaba su cabeza en sus tetas y les decía que, si se querían terminar de criar, ahí estaban su par de chichotas, cosa que los chicos tomaban a broma. Lo mismo cuando Rosa los agarraba de las mejillas y les daba rápidos besos en la boca, para ellos, solo era muestras de cariño de su madre. Mientras en mi caso, mi trato con César, seguía siendo distante, siempre me decía Lily o Liliana y rara vez nos abrazábamos, a no ser que fuera para felicitarnos por algo.
Todo comenzó cuando tenía tiempo sin una relación formal, de hecho, desde que viví con Mauricio y nos separamos, no había tenido una relación sería con nadie. Hasta que comencé a salir con un hombre que se llama Erick y al que le gustaba que usara minifaldas o ropa corta. Podía notar como César, cuando me veía arreglada para salir con Erick, me miraba discretamente. Luego, se comenzó a molestar cuando llegaba un poco tomada, diciendo que no quería cuidar a Omar, mientras yo andaba de loca. César trataba de hacerme pensar que le molestaba quedarse cuidando a Omar, pero en realidad se llevaban muy bien, por lo que, se sentía como si estuviera celoso. Me di cuenta, que me gustaba mucho verlo celoso. Cuando le platicaba a Rosa, ella me decía que estaba segura de que César, quería cogerme, pero que seguramente tenía miedo. Me decía que, si ella fuera yo, ya estaría metida en su cuarto por las noches, pero que, conociéndome, no me atrevería, pero que al menos debería alborotarle un poco las hormonas.
Aunque no me atrevía a tener alguna clase de acercamiento con César, comencé a usar la ropa más corta que tenía para estar en la casa. También, a propósito, era más descuidada al dejar las puertas del baño o de mi recamara entre abiertas. Luego, los chicos terminaron la escuela, pero ninguno quiso entrar en la universidad. Como les gustaban los coches, entre Roberto, Ricardo y César, consiguieron dinero para poner un taller de equipos de sonido, alarmas y no sé qué otras cosas para los coches. Y entonces, veía cada vez menos a César, pues estaba casi todo el día en su taller, mientras yo trabajaba desde temprano y por las tardes veía a Erick. El único momento en el coincidíamos, era entre las 7 y las 8 de la mañana, justo después de que Omar se iba a la escuela. Por alguna razón, esa hora u hora y media solos, se hizo mejor tiempo que todo lo que tuvimos en los años anteriores. Aunque nos seguíamos molestando un poco, como clásicos hermanos, eran unos momentos solo para nosotros.
Fue en ese horario, que comenzamos un coqueteo como nunca lo habíamos tenido antes. A veces nos peleábamos por usar la regadera, a veces en ropa interior o solo con una toalla cubriendo a alguno de los dos. En algunas ocasiones, el que perdía el baño, le jalaba la toalla al que se quedaba, dejándolo desnudo, aunque nos tapábamos con las manos. También, yo dejaba la puerta de mi recamara abierta mientras me cambiaba y pasaba el mayor tiempo posible solo en tanga y bra. No era que César me espiara, pero quería que se diera cuenta, de que no me molestaba que me viera y era algo que no hacia cuando Omar estaba en la casa. También le pedía opinión de cómo me veía con tal o cual ropa, haciendo mucho énfasis en mis faldas o jeans, recordando siempre, que Rosa decía que lo había visto mirándome el culo. Todo esto, se lo platique a Rosa y ella me decía que ni de chamaca era tan lenta para ligarme a alguien, pero César nunca fue cualquiera.
Pero el mayor cambio, fue que cuando alguno de los dos ya se iba, comenzamos a despedirnos con un beso en la mejilla, a veces, acompañado con un ligero abrazo y eso, en los años que tenía desde que llegue a vivir con él, nunca lo hicimos. Para mí, acercarme a su rostro para darnos el beso y oler su loción, poner mis manos en su pecho o en sus brazos anchos y fuertes, me ponía cachonda. Cuando en las tardes salía con Erick para irnos a algún motel, yo cerraba los ojos para imaginar que era César el que me tocaba y me cogía. A pesar de que Rosa me insistía que yo tomara la iniciativa y que estaba segura que César no me iba a rechazar, yo no me atrevía. Sin embargo, yo ya estaba segura desde hacía años, de que César me gustaba, aun cuando todavía no era el hombre tan sabroso en el que se había convertido. Antes, me gustaba por guapo, pero no me llegaba a provocar todas las sensaciones que ahora ya me provocaba.
Hasta estos momentos, el coqueteo y el jugueteo con César, no superaba las pocas ocasiones que le quite la toalla en el baño o él a mí. Pero, aunque era menos que un instante, el que estábamos en el mismo espacio, con alguno desnudo y cubriéndose con las manos, ya era poco más que un coqueteo. Hasta que un día, iba a la recamara de César a despedirme de él, apurada para irme al trabajo. Creo que no hice ruido y la puerta estaba abierta, cuando al girar hacia adentro, lo vi subiéndose la trusa desde los tobillos. César estaba de perfil a mí y pude ver claramente, una verga hermosa, sin estar erecta se veía gruesa y fácilmente del largo de mi mano abierta. Me quede sin moverme, ni quitar la mi mirada de su cuerpo hasta que se subió la trusa. Me hice la que no vi nada y seguí entrando mientras le decía que ya me iba y le daba un beso. No supe si se dio cuenta de que lo vi durante los 3 o 4 segundos que tardo en subir su trusa, aunque supongo que sí.
Poco después de esa ocasión, fue cuando comenzaron los mensajes de César, diciéndome varias cosas sexuales. Casi ninguno de sus mensajes era sutil, como los clásicos para ligar. Mas bien fueron directos desde el principio, como si estuviera dejando salir los deseos que sentía hacia mí. Nunca me molesto que un hombre fuera directo, pero la mayoría, por no decir todos, siempre tratan de hacerte sentir alagada antes de ir directo a lo que quieren o lo que les gusta de ti. Creo que entre César y yo, los halagos o el ligue, estaba por demás y por eso, sus mensajes eran solo diciendo lo que sentía. Aún recuerdo su primer mensaje que me llego mientras estaba trabajando. Estaba escribiendo un reporte en la computadora, cuando sonó el tono del WhatsApp y vi la pantalla sin dejar de escribir. Me llamo la atención que decía “me encantaría cogerte”. Lo extraño fue que, me pareció que era el avatar de César, pero cuando entre al chat, el mensaje ya estaba eliminado.
Al inicio pensé que se había equivocado de chat y que era para alguna chica con la que andaba. Cuando en los días siguientes me llego un segundo, tercero y cuarto mensaje similares al primero y los encontraba eliminados, me di cuenta que no se estaba equivocando. Pensé en escribirle algo como, “Hola César, ¿me escribiste? Disculpa, pero no alcance a ver tus mensajes”. Pero luego pensé que, a lo mejor, si le respondía fuera lo que fuera, dejaría de escribirlos y la verdad, no quería que dejara de hacerlo. Después de recibir algunos mensajes más de César, le platique a Rosa y me dijo que estaba loca si no le respondía y le decía lo que sentía hacia él. Sin embargo, yo no me atreví a responderle nada, pero siempre que sonaba mi celular avisando de algún mensaje, corría a ver la pantalla para leer lo más posible.
Como dije, no eran mensajes de ligue, simplemente eran frases que parecían decir lo que César deseaba o le gustaba de mí. Algunos mensajes que recuerdo eran algo así:
“Me encantaría cogerte”.
“Quiero meterte la verga hasta hacerte gemir”.
“Quiero poner tus piernas en mis hombros”.
“Me gustaría chupar ese rico culo que tienes”.
“Imagino tu boca chupando mi verga”.
“La tanga de hoy me paro la verga”.
“Me para la verga verte con esas zapatillas”.
“Hoy tu culo me puso la verga bien dura”.
“No aguantaba las ganas de cogerte en …”.
Mientras esto pasaba, el coqueteo con César en las mañanas seguía casi como siempre. Llego un momento en que prácticamente, cada uno andaba en ropa interior por toda la casa, hasta que casi era la hora de salir al trabajo y teníamos que vestirnos. Me daba cuenta que ambos nos mirábamos tratando que el otro no se diera cuenta. Yo sé que ya no soy la jovencita de hace 10 años, pero también sé que mi cuerpo no es de una señora de mi edad. También sé que puedo usar ropa de chica de 20 años y aun la puedo lucir bien, posiblemente porque siempre fui flaca. Ahora, aunque con una o dos tallas más que antes, me mantengo sin panza, llantitas o celulitis, como si le ha pasado a Rosa. Ni siquiera tengo marcas de mis embarazos, mientras Rosa, después de 5 hijos no pudo evitar las estrías.
Pasaron meses desde que comencé a recibir los mensajes de César, que eran casi a diario y me ponía ansiosa, cuando pasaba un día o hasta dos, sin recibir algún mensaje, aunque nos hubiéramos visto en la mañana. Creo que mi ansiedad era por pensar que dejaría de escribirlos, pues siempre que recibía alguno, me sacaba una sonrisa y me hacía sentirme bien durante todo el día. Hasta que una tarde, cuando no había recibido ningún mensaje durante dos días y ese, hubiera sido el tercero, apareció uno de sus mensajes. Decía, “No aguanto las ganas de meterte la verga”. Como siempre, lo borro de inmediato, pero esta vez, casi sin pensarlo, escribí un mensaje que decía “Yo tampoco aguanto las ganas de que lo hagas”. Casi sin darme cuenta le di enviar y me arrepentí a lo mejor antes de que mi dedo lo mandara y rápidamente lo eliminé.
Me puse muy nerviosa, no sabía si César había leído mi mensaje, pero imagine que, si estaba ocupado haciendo algo a algún coche, posiblemente no lo había leído. Me fui tranquilizando conforme pasaron varios minutos sin recibir nada mas de César, pero como 40 minutos después, sonó el tono de mensajes de mi celular. Corrí a ver la pantalla y efectivamente, era un mensaje muy corto de César diciendo, “¿Es en serio?”. Esta vez, César no lo elimino y sintiendo que la sangre me hervía por los nervios, le respondí con un simple, “si”. Luego César me pregunto, ”¿qué leíste?” y ya sin pensar demasiado, le escribí, “todo, desde el primer mensaje”. Pasaron como 20 minutos, para recibir otro mensaje más de César, donde me explicaba que tardó en responder, porque tuvo que entregar un trabajo.
Entonces comenzamos a chatear más abiertamente, donde me preguntaba si no me moleste por sus mensajes y le respondí que no. Cuando me pregunto qué pensaba de los mensajes, le respondí que yo sentía lo mismo, pero que no era fácil admitirlo. También le dije que sus mensajes habían sido muy directos y César solo dijo que solo era lo que pensaba en los momentos en que los escribía. Luego dijo que todo el día se la pasa pensando en mí. Creo que fue cuando le dije que no le creía, porque yo no era joven y guapa como las amigas que lo buscaban todo el tiempo. Me respondió que era guapa y que estaba más buena que muchas de sus amigas, pero, además, pensaba que por lo que sabía de mí, yo debía tener más experiencia que cualquiera de ellas.
Vaya, eso no me hizo sentir tan bien, aunque era verdad, pero siempre te acostumbras a que un hombre que te quiere ligar, no te juzga tan directamente, aunque lo piense. Pero entendí que César y yo, no éramos un caso común y corriente, creo que, al ser madre e hijo, más que un intento de ligue, era atracción física, deseo o lujuria, pero no un deseo romántico. Cuando me pregunto si me molestaba que fuera tan directo, le dije que no me molestaba y que, aunque no estaba tan acostumbrada a eso, como él pensaba, que me gustaba saber lo que yo le provocaba. Nuestra conversación por chat duro unas dos horas, donde dijimos todo eso que los dos teníamos guardado. Desde que César se fijó en mi cuando llegue a vivir a la casa de mis papás, después de que mi papá falleció. Hasta que comenzamos a pasearnos en ropa interior por la casa y lo que sentíamos cuando comenzamos a despedirnos con un beso.
Pero también hablamos de que yo soy su mamá biológica y que, aunque no estuve con él por mucho tiempo, eso no cambiaba que nació de mi cuerpo. Aunque la verdad a ninguno nos interesa la religión o la moral, no deja de ser algo que te frena de dejarte llevar. También me confeso que, al inicio, cuando me veía salir con alguien y después, saber que andaba con Erick, lo ponía muy celoso. Después, de más grande, entendió que, entre él y yo, no podría haber nada romántico, incluso si alguna vez, había sexo entre nosotros. Me sorprendió saber lo maduro y directo que es ahora, pues, por muy grandote y guapo que sea ahora, en algún lugar muy adentro, no dejas de verlo como chiquillo. El caso fue que, me pregunto si en lugar de escribirnos, mejor nos hablábamos, pero yo no quise. Primero, porque todavía estaba en mi trabajo y por otra, porque sería más difícil hablar que escribir lo que sentía.
Conforme nos escribíamos más y más cosas, todo se sentía como si hablara con un amante con el que tenía tiempo saliendo. Él me decía lo que le gustaba de mí, la ropa que lo ponía cachondo y las veces que me espiaba. Yo también le dije lo que me gustaba de él y de la única vez, que vi su verga completamente y lo que sentí. Me pregunto si quería ver como lo tenía de cachondo y unos minutos después, me mando una foto de su verga bien dura, que tomo en el baño de su negocio. Me pidió una foto mía y fui al baño, donde me tomé una con mi blusa desabrochada, pero sin enseñar todo. Me reclamo que él, si me había enviado una de su verga y que yo, solo le mande una, que podría ver en mi Facebook. Entendí lo que quería y me senté en el sanitario subiendo mi falda hasta la cintura, abrí mis piernas subiendo mis talones en la orilla del sanitario. Hice a un lado mi tanga, con mis dedos abrí un poco los labios, tomé un par de fotos de mi cuca, hasta que elegí la que se veía más clara para mandársela.
César me dijo que ya no aguantaba las ganas de cogerme y le respondí que yo tampoco. Me pregunto a qué hora salía ese día y dijo que pasaría por mí. Le recordé que en la casa ya estaría Omar, dijo que iríamos a un motel y estuve de acuerdo. Antes de dejar de escribir para apurarnos en nuestros trabajos, César me pregunto, como quería que hiciéramos las cosas, si tiernas o apasionadas y le dije que apasionadas. Aunque faltaban como dos horas para que saliera, se me hicieron eternas. Llame a Erick, para decirle no podría verlo hasta el día siguiente, porque tenía un compromiso con César. No dudo, porque obvio conocía a César, aunque pensaba que era mi hermano y todavía dijo que le mandaba saludos a su cuñado. No voy a negar que causa una emoción extraña, el mentir a tu pareja, no solo de que César no es mi hermano, sino mi hijo, sino también que estaba por irme a coger con él.
Mis nervios se fueron al máximo, cuando recogía mis cosas para salir de mi trabajo, esperando que César ya estuviera afuera. Cuando lo vi y lo saludé, fue raro no lanzarme a besarlo, pero, aunque tenía muchas ganas, era más la pena que sentía. Era como si todas las personas que pasaban cerca mientras caminamos a donde estaba estacionado el coche, supieran lo que estaba pasando. Aunque lógicamente, eso era imposible. Fue raro, pero casi no hablamos de camino al motel, aunque pensé en besarlo, incluso en sacarle la verga para chupársela, como a veces lo hacía con Erick u otros. Estaba llena de emoción, llena de deseo, mucho más de lo que nunca sentí con alguien más, pero me estaba conteniendo y no sabía que sentía César en esos momentos.
Hasta el momento que nos bajamos del coche, todo fue normal, tal vez demasiado. Pero después de que César pago la habitación y regreso hacia mí, que lo esperaba todavía junto al coche. Entonces sucedió, sin decir nada nos besamos tan largo y apasionado, como nunca lo hice con otros hombres y miren que si tuve varios. Podía sentir sus manos toscas recorriendo mi espalda hasta llegar a mis nalgas y yo hacía lo mismo, pero por su pecho. Su olor a colonia, su aliento, sus manos, todo era una tormenta de sensaciones que me ponían cachonda. No sé qué tiempo nos besamos junto al coche, pero ahí mismo comenzamos a desnudarnos, sin separar nuestras bocas. Yo sentía una urgencia más que desesperante por sentir su piel, por agarrar su verga, por saborearla, por sentirlo dentro de mí. Pero tampoco quería que terminara ese beso, que desde el principio fue intenso, con nuestras lenguas tratando de entrar en lo más profundo de nuestras bocas.
Cuando me recargo contra el coche y levanto una de mis piernas, con sus pantalones hasta sus tobillos, con mi falda ya tirada en alguna parte del suelo, supe que estaba por penetrarme. Yo lleve una de mis manos a su verga, se la acaricie un poco sintiendo lo dura y grande que se sentía y después, la puse contra mi cuca. César la empujo y finalmente, pude sentir como la verga de mi hijo, estaba dentro de mí. Les juro que no había dado ni dos empujones, cuando sentí un primer orgasmo que me hizo temblar la pierna sobre la que aún me sostenía. Supongo que César sintió que me fallaba la pierna, porque termino por sujetarla con su brazo y me termino de poner sobre el coche, para seguir cogiéndome. Apenas separamos las bocas un poco para poder respirar y César me decía, “no sabes cuantas veces soñé con cogerte” y yo le decía que me pasaba igual, que lo deseaba desde hacía muchos años.
Sin sacarme la verga, me cargo y camino hacia dentro de la habitación, se sentó en la cama conmigo sobre él. Si esa cama hablara, estoy segura que diría que nunca vio tanta pasión y lujuria, a pesar de ser cama de motel. Entre más duro rebotaba sobre César, las palabras sucias comenzaron a fluir con más intensidad. El, decía que siempre imagino meterme la verga en la boca, en la panocha y en mi culo, que soñaba con echarme sus mecos bien adentro y escucharme pedirle más. Yo le respondía que igual soñaba con su verga, con chuparla, con tenerla en mis hoyos y sentir como me llenaba por dentro con su semen. Me preguntaba que quería que hiciéramos y yo le decía que podía hacer lo que quisiera conmigo, sin ningún límite. César se acostó en la cama, mientras yo lo seguía montando, al mismo tiempo que le decía que quería ser su puta y que, podía usarme cuando él quisiera. Llegue a otro orgasmo más mientras lo montaba, pero su verga seguía tan dura como al principio.
Cuando se giró, nuevamente sin sacarme la verga, quedo sobre mí y nos volvimos a fundir en un beso super apasionado, mientras sentía su cuerpo entre mis piernas. No tardó mucho en venirse y cuando sentí que lo hacía, le pedí que me los echara bien adentro. Pero diferente a cualquier otra experiencia que yo hubiera tenido, la lujuria no se detuvo cuando el término. Aunque ya no se movía, me comenzó a chupar el cuello y me decía que no quería salirse, porque me había deseado demasiado tiempo. Yo, aunque con la excitación y el calor del momento más disminuido, le dije a César, que yo quería ser su depósito de semen. La verdad, algunas veces les hablaba sucio a tipos con los que andaba, porque sabía que los excitaba y eso me lo enseño Rosa. Pero con César fue diferente, fue algo natural, a lo mejor animada por todo lo que escribía en sus mensajes. Pero César no era diferente a mí y era raro escucharlo hablar sucio, porque desde que llegue a vivir con él, hasta unas horas antes, no hablaba grosero dentro de la casa.
Sin dejar de estar con nuestros cuerpos pegados, sin que me sacara la verga, se volvió a excitar. Sentí dentro de mi cuca, como su verga se comenzaba a mover de nuevo, mientras nuevamente se ponía dura. Otro beso apasionado, volvió a calentar las cosas y seguimos cogiendo. Para esa segunda cogida, César me dijo, “tengo la madre más sabrosa y puta… me gustas, me encantas… solo de verte, se me para la verga”. Nuevamente caliente, le dije, “Y yo, tengo el hijo más guapo, más sabroso y más cachondo… Méteme la verga cuando se te antoje… úsame para quitarte las ganas cuando quieras”. Seguimos cogiendo y ambos estábamos escurriendo de sudor, jadeábamos y seguimos hablando, diciendo toda clase de locuras. Sentía un placer especial en ofrecerme a César, en hacerle saber que podía verme como la mujer que haría lo que quisiera y cuando él quisiera. Yo misma le pedí que me la metiera por el culo, pues quería ofrecerle de todo tipo de placer. César puso su verga en mi ano y comenzó a empujarla con fuerza.
El sexo anal nunca fue mi favorito, pero el hacerlo así con César, me hizo disfrutarlo mucho más, de lo que antes lo hacía con otros hombres. Aunque me ayudaba mucho escuchar a César hablándome sucio y yo respondiendo de la misma forma, sin falsa moral o pena. El cuerpo fuerte y grande de César, cubierto de sudor mientras presionaba con fuerza sobre mí, para que su verga entrara completamente en mí, era riquísimo. Mi cabeza quedaba a la altura de su pecho cuando empujaba más duro y al besar sus tetillas, su olor y el sabor de su sudor me sabia delicioso. Recuerdo que me dijo que, cuando supo que yo era su mamá, me odio mucho, pero ahora, le encantaba que yo fuera su madre. Mientras lo decía, sus penetraciones se hicieron más intensas, sabía que estaba por venirse y le pedí que lo hiciera bien adentro de mí. Dio un par de empujones con fuerza y dejando su verga metida hasta que sus huevos pegaban con mis nalgas y se vino dentro de mi culo. Mis piernas estaban levantadas, recargadas en sus hombros. Una de mis manos, alcanzaba a acariciar sus huevos, como queriendo ayudar a que sacara todo su semen.
Termino de vaciarse y unos besos después, se dejó caer junto a mí, completamente cansado y deslechado. Yo también me sentía satisfecha, pero aun cachonda, con ganas de mucho más. Antes de acurrucarme en su pecho, lo mire y me parecía increíble, que yo misma había dado a luz a este hombre tan guapo y cachondo, muchos años atrás. Por unos momentos, no pude evitar recordar a Carlos y compararlo con su hijo, del que seguro no tenía ni idea que existía. Nunca supo que me dejo embarazada, pero me dejo el mejor regalo que pudo darme, un hijo y un amante realmente increíble. También pensé en lo que iba a decir Rosa cuando le platicara todo esto que estaba pasando, seguramente iba a estar emocionada de que, por fin, había sucedido. Como dije, yo seguía cachonda y comencé a besar a César en la boca, pero fui bajando a su cuello y pecho. Sentir su aroma a colonia, mezclado con el olor de su sudor, me provocaba una excitación que nunca había sentido. Comencé a recorrer con mi boca todo su cuerpo, sin dejar un solo lugar sin saborear.
Me encanto tenerlo acostado, completamente desnudo, cubierto de sudor, ya sin ocultar nada de lo que sentíamos o pensábamos. Nunca fui muy propensa a poner mi boca donde sea, aunque a muchos hombres les gusta las de mamadas verga y huevos, yo no pasaba de esos lugares. Pero con César, fue diferente, me sentía tan excitada, que quería comérmelo, saborear todo de él, sin importar que parte fuera, pero deje al último lo más delicioso que era su verga. Incluso sudado, chupar sus axilas, sus pies, su culo, su ingle o donde fuera, no me olía feo, sino todo lo contrario, era un aroma dulce que me excitaba. Mientras yo pasaba mi boca y lengua por cada rincón de César, él, me decía que yo era increíble, que imaginaba que era cachonda, pero que nunca pensó que tanto. Yo le respondí que era porque él, era el hombre más especial en mi vida y que fue mucho tiempo de fantasear con esos momentos.
No se si en verdad, era porque el hombre desnudo era César, si había encontrado que me gustaba usar mi boca, porque estaba más excitada que ninguna otra vez en mi vida o todo junto, pero adore saborear su piel. No me importaba si era su pecho, los dedos de sus pies, sus axilas, su culo, sus huevos o su verga, todo me sabia delicioso. César no dejo de hablar mientras yo lo chupaba por cada rincón y para cuando llegue a su verga, la tenía dura y lubricando. Es increíble como se puede llegar a estar tan excitada, como se puede desear explorar cualquier placer, por muy sucio que pareciera. Pero en realidad, deseaba con todas mis fuerzas que César hiciera de todo conmigo en esos momentos y se lo dije. Volvimos a coger acomodándonos en cualquier posición en la que podíamos acomodarnos y usábamos las frases más sucias como un afrodisiaco. No podía recordar, alguna cogida tan sabrosa y que me llevara a tener fácilmente un orgasmo tras otro.
César y yo, nos quedamos más de las 3 horas que daba el motel, creo que entramos como a las 6:30 pm y llegamos a la casa como a las 11 pm. No sé cuántas veces cogimos, pero no dejamos perder más de 10 minutos entre cada una de ellas y en verdad, me temblaban las piernas al caminar. Antes de llegar a la casa, hablamos que teníamos que mantener todo lo más igual posible, para que Omar no sospechara nada, pero le prometí que trataría de no salir tanto con Erick, para poder estar un poco de más tiempo juntos. César estaba preocupado porque lo viera con su novia (ni me acuerdo como se llamaba la chamaquita), pero le dije que no se preocupara de eso. Era obvio que cada uno tenía que seguir su vida igual, simplemente, ya podíamos darnos tiempo para disfrutarnos el uno al otro.
Sin embargo, no es posible llevar todo como antes de tener sexo tan intenso entre nosotros. En la mañana siguiente, ocupamos la hora de estar a solas, para coger un rato, antes de irnos cada uno a su trabajo. Los mensajes, ya eran de clásicos amantes, diciendo que tenía ganas de repetir lo que hicimos, que le gustaba como me había vestido y que, aunque nunca me dijo mamá, que estaba feliz de que yo lo fuera. Tardamos solo 3 días para volvernos a escapar a un motel para sentirnos libres de gritar, sudar y hacerlo todo el tiempo que quisiéramos. El sexo fue igual de apasionado, con algunas cosas que hicimos por primera vez juntos. Aunque prometimos no cambiar las cosas en la casa, no podíamos evitar besos y caricias rápidas, cuando Omar se descuidaba. Cuando yo salía con Erick, me sentía desesperada por llegar a la casa y ver, aunque sea un rato a César. Sabie que no tendríamos sexo, pero verlo, coquetear con él y algunos toqueteos a escondidas de Omar, me eran suficientes. También pude notar que César, ya no era tan cariñoso con su novia cuando estaban en la casa y que llegaba más temprano de su negocio.
Regresando un poco, al día siguiente que cogí con César por primera vez, le llamé a Rosa para contarle, que finalmente había pasado. Sus gritos en el teléfono, casi se escuchaban como si tuviera el altavoz. Cuando salí del trabajo, Rosa estaba esperándome afuera, porque quería que le platicara todo. Caminamos hasta su casa y le di todos los detalles, mientras Rosa estaba tan emocionada como yo. Aún más cuando le platique que en la mañana, antes de irnos a trabajar, volvimos a coger, aunque había sido algo más rápido. Rosa me decía que, me envidiaba, tanto por lo sabroso que estaba César, como por animarme a coger con mi hijo, pues llego a pensar que nunca pasaría. A mí, lo que me sorprendía, es que ella, con todo lo loca que siempre fue y lo guapa que era, teniendo hijos igual de grandes que el mío, no se hubiera cogido a alguno de ellos. Pero sabía que ganas si tenía, por la forma que siempre hablo de Ricardo, su hijo mayor.
Para mi sorpresa, después de que le conté todo lo que había pasado con César, ella me pidió perdón y no entendía por qué. Me dijo que no me había contado porque esperaba que primero, yo hiciera algo con César y si nunca pasaba, nunca me lo platicaría. Resulta que ella tuvo sexo varias veces con Roberto (el de la edad de César y no con Ricardo, el que yo esperaba porque le gustaba más). El problema no era eso, sino que alguna vez, de tantas que estaban los chicos tomando en su casa, había cogido también con mi César. No había sido un trio, pues cuando ella se fue a acostar, entro Roberto a coger con ella, mientras César aún estaba en la casa. Luego, Roberto le dijo que, si le daría chance a César y poco después, César entro a coger con ella. No pude evitar molestarme, pero no porque hubiera cogido con César, porque ya sabía que quería con él. Ni porque ella misma, ya había cogido con su hijo, sin decirme, mientras me animaba a mí a hacerlo. Me molesto que no me lo dijera, siendo que siempre se suponía que nos contábamos todo.
Aunque a lo mejor me daba igual como se habían dado las cosas, me comencé a preguntar, si César comenzó a escribir sus mensajes, porque sabía que su amigo Roberto, cogía con su mamá. Esa idea y no el que yo le gustara realmente, podría haber causado que comenzara a escribirme. Comencé a dudar, si todas esas fantasías locas que nos hacíamos Rosa y yo, sobre intercambiarnos a nuestros hijos para coger con ellos, era por eso que había pasado. A lo mejor, era la forma de Rosa de meterme en la cabeza que cogiendo yo con alguno de sus hijos, no me sentiría mal de que ella, ya se hubiera cogido a mi César. Como sea que fuera, me sentí engañada por mi mejor amiga y porque en todos los años de conocerla, nunca me había ocultado algo. Aunque no lo demostré, cuando salí de su casa, no volví a hablarle en algunas semanas, aunque poco a poco se me fue pasando el enojo.
Mientras tanto, a César no le dije nada sobre que sabía que se había cogido a Rosa, ni de que sabía que ella y Roberto, también tenían sexo. Creo que esperaba que fuera él, quien dijera algo de eso en algún momento, pero no paso. De cualquier forma, yo disfrutaba nuestras mañanas de cogidas rápidas todos los días y las escapadas que nos dábamos una o dos veces a la semana. El sexo con César, lejos de ir disminuyendo en cantidad y calidad, se iba haciendo cada vez más intenso. Nunca en mi vida, había tenido un hombre como César, que me gustara tanto, que fuera tan joven, que fuera tan enérgico al coger, pero, sobre todo, que cada vez buscara nuevas formas de que lo disfrutáramos. Sin mentir, es como regresar a ser una chamaca, cogiendo por toda la casa en cuanto Omar se va a la escuela y probando cosas, que no habíamos hecho. Incluso, César se ha metido a mi cuarto cuando Omar se duerme y cogemos un rato en silencio, antes de regresarse a su cuarto. Pero sin duda, a ambos nos gusta más ir a los moteles y dejarnos llevar, sin preocuparnos por nada, sobre todo de que nos escuchen.
Hasta meses después de comenzar nuestra relación, yo le dije a César que sabía de su cogida con Rosa y aunque no fui directa, le dije que Rosa me contaba todo, incluso lo que pasaba con sus hijos. Me dijo que prefirió no decirme nada, porque pensó que Rosa me diría y no quería, causar problemas entre nosotras. Además, no sabía si ella me platicaba de que cogía con Roberto y no pensaba que fuera asunto suyo. Le pregunte directamente, si eso tuvo que ver con que me viera como mujer y me mandara los mensajes, su respuesta fue que le gustaba desde mucho antes. Aun así, dijo que si, saber lo de Roberto y Rosa, le hizo ilusionarse de que podría haber algo real conmigo y pensar que los sutiles coqueteos del inicio entre nosotros, eran reales. Fue cuando comenzó a mandarme los mensajes, esperando a ver cuál era mi reacción y si era mala, el diría que se equivocaba de chat y listo.
De una forma muy madura, César me dijo que no le había dicho nada de lo nuestro a Roberto, ni a nadie más, porque creía que era muy personal. Se daba cuenta que tanto Rosa como Roberto, eran diferentes a nosotros, aunque tuviéramos una amistad tan grande y viviéramos una situación parecida. Creo que se daba cuenta de que, entre más personas lo supieran, más problemas podríamos tener y era mejor, mantener todo lo más secretamente posible. Yo le tuve que decir que le había platicado a Rosa y que posiblemente, ella le diría algo a Roberto, pero, aun así, era mejor contarles lo menos posible. También hablamos de nuestras parejas, pues, aunque al inicio César sentía celos de Erick, al final, entendía que nosotros nunca podríamos ser una pareja. Además, él, siendo tan joven debería conocer chicas y llegar a formar su propia familia. Yo no tenía derecho a quitarle eso, pero juntos, podríamos disfrutar tanto como quisiéramos, experimentar de todo y mantener todo en secreto.
Así, mi relación con César se hizo la más intensa que he tenido en mi vida, teniendo sexo a diario con él por las mañanas y escapándonos a moteles algunas veces cada semana. Con ningún hombre de los varios con los que viví, incluido Mauricio, que fue la primera relación formal en mi vida, llegué a coger tanto y a sentir la necesidad de seguir y seguir sin parar. Por primera vez, sentí el sexo divertido, en lugar de solo ser cachondo y con el único fin de calmar las ganas. Con César, es divertido estar sentados a la mesa desayunando, molestándonos como siempre lo hicimos. Esperar que Omar se despidiera para irse a la escuela y en cuanto cierra la puerta, literalmente salir corriendo a una recamara, quitándonos la ropa en el camino, para llegar desnudos a la cama y comenzar a coger como locos. Aprovechamos todos los días, esa hora que tenemos para coger y platicar sobre lo que queremos hacer en nuestra siguiente visita al motel.
En noviembre vamos a cumplir 2 años desde que comenzamos a coger y durante este tiempo, hemos hecho de todo. Aunque ocasionalmente tenemos tiempo a solas en la casa, mientras Omar sale con sus amigos, no nos arriesgamos a más que solo besos, caricias o por lo mucho, unas mamadas de verga. Claro que a veces nos gana la calentura y cogemos, pero preferimos dejar las cogidas para las mañanas o cuando vamos al motel. No queremos arriesgarnos a que Omar regrese y nos atrape, porque sería extremadamente difícil explicarle la situación. Durante este tiempo, hemos aprendido que nos gustan las mismas cosas y así, es muy fácil disfrutar de nuestras fantasías. Tenemos una conexión increíblemente única, donde no hemos encontrado algún limite en lo sexual. Pienso que, es porque empezamos al revés. Ósea, lo común para las parejas, es ir experimentando hasta encontrar los límites de lo que cada uno está dispuesto a hacer. Pero en nuestro caso, fue completamente al revés, pues comenzamos rompiendo el límite máximo entre madre e hijo. Todo lo demás, es simplemente sexo, por muy extraño o sucio que parezca.
Una cosa que nos ha pasado, es que yo me he sentido enamorada de César y el, dice que también se siente enamorado. Yo me distancie bastante de Erick, porque ya no disfruto tanto cuando estoy con él y no dejo de pensar en César. Por su parte, César a cambiado de novia algunas veces, pero no dura mucho con ellas. Me ha dicho que con ninguna siente, lo que siente por mí y que, con ninguna tiene sexo tan intenso como conmigo. Dice que solo estar cerca de mí, provoca que su verga se ponga dura y fantasea con lo próximo que quiere hacer conmigo. Mientras que, con otras chicas, siente que no saben coger o simplemente, no lo excitan lo suficiente. Pero estamos conscientes que no podemos dejar nuestras vidas a un lado, porque no podemos ser una pareja, ni compartir las cosas que normalmente se hacen. No nos queda otra que seguir tratándonos como hermanos frente a toda la gente.
Si hemos salido a un par de bailes juntos, donde nos la pasamos juntos todo el tiempo, incluso agarrados de la mano, pero sin besos o caricias que pudieran verse mal entre hermanos. Solo cuando vamos a casa de mi comadre a tomar unas copas, nos dejamos llevar bastante, siempre que no esté algunos de sus hijos. Pero si es fiesta y hay más personas, nos portamos como debemos portarnos, aunque siempre es rico, lanzarnos miradas coquetas de vez en cuando. Aunque debo decir, que cuando alguien trata de ligarme y César se da cuenta, no puede evitar ponerse celoso. A veces, me hecha a perder mi ligue y me terminan diciendo que mi hermano, es demasiado sobre protector. Mientras yo, claro que siento celos muchas veces, sobre todo, porque las muchachitas que se le acercan, siempre están guapas, pero sé que debe probar, hasta encontrar a la indicada. ¿Quién sabe si algún día se enamore y ya no quiera tocarme más? A lo mejor, me comienzo a ver vieja o agarro cuerpo de señora y dejo de gustarle. O a lo mejor, sigo como su amante, aunque se case con alguna chica, pero eso, ya se verá con el tiempo.
Mientras tanto, a mis 35 años, no soy perfecta, pero todavía creo que me veo muy bien físicamente, me encanta el sexo y tengo toda la energía para complacer a César y a mi pareja, todas las veces que sean posibles. Se que la belleza se acaba, pero mientras eso pasa, quiero disfrutar tanto como me sea posible. Cuando veo a Rosa, pienso que algún día me vere como ella, pues aunque solo es 2 años mayor que yo, se ve mucho más grande de edad, pero aun así, no le faltan amantes. Tiene a su marido swinger y aunque no es tan frecuente, todavía coge de vez en cuando con su hijo Roberto. No me arrepiento de nada de lo que hice en mi vida, porque creo que eso nos forja nuestro carácter y la forma en que vivimos. Actualmente, aunque nunca termine la secundaria, tengo casi 10 años de trabajar como capturista de archivo en la empresa de un ex amante, pero si no sirviera, ya me hubieran corrido.
Disculpen si me extendí demasiado, pero creí importante que supieran todo el contexto, en lugar de solo escribir las miles de cosas que me gustan de César o de todas las formas locas y a veces pervertidas en las que nos gusta coger. Pero es muy simple imaginarlo, solo piensen en cualquier porno donde están en pareja y sin importar el género que sea, César y yo, estoy segura que ya lo hicimos. A lo mejor, nos faltan cosas que involucren a otras personas, pero como explique antes, no queremos que nadie por accidente, sepa lo que tenemos César y yo. Por si se lo preguntan, ni siquiera con mi comadre haríamos algo, porque, aunque César y Rosa ya cogieron, ella difícilmente se guarda las cosas que hace. Al rato le platica a Roberto o a su esposo Manuel y se comienza a complicar todo. Mejor no, así estamos bien y la pasamos delicioso nosotros solos. Posiblemente, más adelante me anime a escribir más detalladamente las cosas favoritas que hacemos César y yo.
Quise compartir mi historia porque no puedo hablar con otra persona que no sea Rosa sobre esto, pero ella, todo lo toma un poco a desmadre. Quería compartir lo deliciosa que ha sido mi vida, desde que César y yo, comenzamos a coger. Amo su cuerpo, su olor, el sabor de su piel, el sabor de sus fluidos, el sabor de sus besos. No puedo amarlo como hijo, aunque se escuche mal, lo amo más como hermano, pero por temporadas, me siento enamorada de él, como el hombre que es. Nunca en mi vida, hice tantas cosas diferentes con un mismo hombre y nunca las disfrute tanto. Me gusta que él sea dominante conmigo, sentirme sometida por su masculinidad me vuelve loca, pero también me gusta su lado juguetón y un poco inocente. Tambien me encanta que hablemos muy sucio, recordando que el nació de mi y que soy su puta, antes de ser su madre. ¿Mencione que me encanta su verga? Es realmente perfecta, ancha, grande (aunque no es la más grande que he visto), de un tamaño perfecto que da mucho placer, sin llegar a lastimar. A veces pienso, que cuando estaba en mi panza, pensaba mucho en su papá y a César, lo hice a mi gusto.
Además, da mucho morbo el saber que nos conocen como hermanos, sin que sepan que en realidad, somos madre e hijo, pero sobre todo, que no saben que somos los amantes más cachondos. ¿Que si lo volvería a hacer? o ¿Cambiaria algo?, Claro que lo volvería a hacer y cambiaria, que me hubiera gustado ser más valiente y comenzar a disfrutarlo desde antes. Si algunos de ustedes piensan que es una perversión o una cosa del demonio, pues es problema de ustedes. A nosotros solo déjennos ser felices como somos, o ¿acaso yo les puedo decir con quien coger y como coger? Espero que les guste la historia de mi vida y a ver si me animo a escribir más detalles. Por cierto, voy a tratar de convencer a Rosa de que escriba su historia, que es más loca que la mía. Solo que ella, no termino ni la primaria, ni ha trabajado en algo que la obligue a aprender, así que no esperen que lo haga y si lo hace, quien sabe si se de a entender.
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Independientemente, a si es o no moralmente correcto, creo que hasta cierto punto es entendible tu situación. Cesar nunca te vio como una figura materna y ni siquiera te tuvo cerca como hermana. Luego llegas a su vida, justo cuando está en la adolescencia, ósea cuando sus hormonas están al tope. Tu trato con él, es más de amigos o compañeros de casa, que de familia. Cesar te gusta y le mandas señales, era lógico que tarde o temprano, las coas se dieran así. No lo tomes a mal, no te conozco y no sé cómo eres físicamente, pero no estoy segura de que tú realmente le gustes a cesar.
Él es hombre y podrían ser varias cosas, como tener sexo fácil contigo, la emoción de una relación prohibida o simplemente, el reto de conseguir algo con una mujer mayor. En mi experiencia, los hombres, en su mayoría, prefieren a las mujeres más jóvenes. Aunque entiendo que, “no están involucrando sentimientos” (por ahora), con los años te harás vieja y cualquier chica más joven, te va a ganar su atención. Fue excitante leerte, me puse cachonda poniéndome en tu situación. Solo que después, pensé en las complicaciones emocionales, sin considerar las legales, que podría tener una relación así. Les deseo la mayor de la suerte en sus vidas.
Hola Lily, gracias por compartir tu historia y te felicito por cumplir ese deseo de tener sexo con tu hijo. Yo tengo mi propia historia con mi medio hermano y tenemos 2 hermosos hijos, aunque nadie sabe que son de él. Me emocionan las historias de incesto, porque de alguna forma, me hace sentir que no soy tan rara, por haberme enamorado de mi hermano. Ojalá que tu relación funcione, sobre todo, si se llegan a enamorar.
¡Guau! Siempre me ha gustado mi mamá, pero no creo atreverme nunca a ni siquiera confesárselo.